jueves, 6 de septiembre de 2012
El parque
En mi barrio hay un parque público construido en torno
a una laguna natural.
A Vera y a mí nos encanta pasar las tardes en el
parque de la laguna: tendemos la manta de la abuela sobre el césped y Vera me
ofrece tréboles y ramitas y hace crujir las hojas caídas doradas de los chopos
entre sus manitas y me mira y sonríe divertida.
Es un parque encantador: lleno de árboles, arbustos y
flores de especies diferentes. Tiene hasta un pequeño cañaveral y varios
puentes de madera por los que atravesar de unas zonas a otras por encima del
agua.
De vez en cuando irrumpe en nuestro improvisado nido una
oca descarada exigiendo su ración de galletas maría y se organiza una verdadera
revolución que, por lo general, acaba convirtiéndose en un bucle sin fin en el
que papá trata de disuadir al palmípedo de que abandone nuestra porción de
nuestro vapuleado estado del bienestar.
En la laguna conviven varias generaciones de varias
especies de patos, una pareja de ocas enamoradas y carpas, creo: peces, en
cualquier caso, porque la laguna del parque de mi barrio es un coto de pesca y,
de vez en cuando, se puede ver a algún que otro dominguero echando la tarde y
la caña a la laguna, en una suerte de ritual de cubos y taburetes plegables que
resulta de lo más exótico.
Cuando cae la tarde, recogemos el chiringuito y
recorremos el parque de cabo a rabo: Vera se agarra a la barandilla del carrito
y, muy erguida, abre los ojos como si quisiera beberse el universo con la
mirada. Entonces pasamos por debajo del sauce llorón y Vera arruga la nariz
cuando las hojas le rozan la cara.
Cruzamos el puente: hoy se nos ha hecho más tarde que de costumbre y la luz de las farolas recién encendidas se refleja en el lago, los patos descansan acurrucados fuera del agua y los mirlos dan saltitos sobre la hierba. Vera parlotea durante un buen rato, observándolo todo muy animada.
Sin embargo, desde hace algunos meses, el parque de la
laguna de mi barrio se está deteriorando porque el ayuntamiento no tiene dinero
para pagar a los funcionarios municipales.
Una bolsa de plástico flota en el agua. Y otra. La
basura se acumula en un recodo a la orilla del lago. Ayer vimos dos ratas
correteando a sus anchas por uno de los puentes, parecen haber instalado su
nueva residencia entre la maleza que está empezando a crecer salvaje en algunas
zonas del parque. Los cristales (cubiertos de polvo y mugre) de la caseta del
“Club de pesca” han sido apedreados por algún desaprensivo y la suciedad se
acumula en torno al recinto: cerrado a cal y canto con un candado cubierto de
óxido. Decadente.
Y es que ni los patos de la laguna de mi barrio se
salvan de la voracidad de los mercados y del azote mordaz de la prima de
riesgo.
martes, 4 de septiembre de 2012
Gateando
Últimamente no tuiteo mucho porque tengo una vida real muy exigente que gatea a toda velocidad y se come las piedras. Pero os sigo amando.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)