domingo, 18 de diciembre de 2011

Brindis

Vera duerme. Su padre y yo tuiteamos y bebemos vino, celebrando que hoy aprendió a agarrar cosas con sus manitas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La sonrisa de Vera

Si Antípatro de Sidón hubiera vivido en el siglo XXI, sin duda habría incluído la sonrisa de Vera entre las Siete Maravillas del Mundo. La sonrisa de Vera es uno de esos fenómenos extraordinarios a los que uno asiste boquiabierto y de los que uno se despide eternamente agradecido.


Dicen que la sonrisa de los bebés es un acto reflejo, pero a mí me gusta pensar que Vera sonríe porque es feliz. Tal vez porque deseo, por encima de todas las cosas, que siempre sea feliz y que jamás pierda esa sonrisa.

A veces me sorprendo a mí misma observándola durante largo tiempo, esperando su sonrisa como quien se sienta a esperar la salida del Sol y cuando sucede es -en efecto- como contemplar el albor: el cielo se llena de luz -y a uno le inflama la emoción por dentro- y las nubes se tornan rosas, naranjas, violetas... y nunca se cansa uno de mirarlo. Y de admirarlo incrédulo y maravillado, por mucho que se repita una y otra vez cada día.

Así sucede cuando Vera sonríe.


jueves, 20 de octubre de 2011

¡Ha nacido Vera!

El jueves al mediodía nació nuestra hija Vera. Se lo pensó un poco, lo cual es bastante comprensible en vista de los tiempos que corren.

Pero el caso es que ya está aquí, sana, preciosa y valiente.

Un abrazo a todos.

martes, 18 de octubre de 2011

Así están las cosas

Querida Vera,

hoy es 18 de octubre. Faltan tres minutos para las dos de la madrugada y creo que mi cuerpo se está preparando para que vengas al mundo muy, muy pronto.

Un torbellino de emociones se me agarran al estómago: ilusión, miedo, incertidumbre… Y esa preocupación constante de la que te hablaba hace ya algunos meses: ¡por favor, que esté bien mi pequeña! ¿Te acuerdas?

Esta tarde hemos estado viendo La historia interminable, un debate sobre la campaña electoral (el 20 de noviembre hay elecciones generales) y muchas noticias sobre una “Conferencia de paz” que se ha celebrado en San Sebastián y que parece ser el prolegómeno del fin de ETA.

El mundo sigue sumido en una enorme crisis económica, política y social: el 15 de octubre (hace dos días) se celebró una gran protesta ciudadana a nivel global en casi mil ciudades de todo el planeta y en Madrid y en Barcelona algunos de los manifestantes ocuparon sendos hoteles vacíos para alojar a familias que fueron desahuciadas de sus casas por no poder hacer frente a los pagos de hipoteca y otra gente que lo necesita: ya veremos lo que pasa porque, al menos uno de los propietarios, ha denunciado a los okupas.

Hoy (bueno, ya ayer) he presentado los papeles de inscripción de mi tesis doctoral y tu padre, que pidió días libres para quedarse hasta ayer por la mañana en Madrid, ha conseguido alargar el permiso, así que estamos más tranquilos: nos preocupaba que no pudiera llegar a tiempo al parto si le pillaba en la universidad.

Así están las cosas a día de hoy, a punto de tu nacimiento.

Te quiero,

Mamá.

jueves, 6 de octubre de 2011

Estado de excepción

Querida Vera,

en unos días vendrás al mundo, así que aprovechemos la tarde para disfrutar tú y yo de este estado excepcional, ¿te parece?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Presentaciones

Querida Vera,

si la vida fuera una serie de televisión, yo sería uno de esos personajes femeninos secundarios. Usaría tacones en lugar de botas estilo Dr. Martens y luciría una perfecta melena de peluquería. Trabajaría de oficinista a media jornada en una agencia de seguros o algo por el estilo y así podría dedicar las tardes a ser la madre abnegada y la esposa solícita. Me haría la pedicura francesa dos veces al mes, plancharía las sábanas y los calzoncillos y no tendría ni repajolera idea de lo que es un berbiquí.

Tú serías un varón al que su padre esperaría orgulloso e ilusionado con la equipación completa del Atleti Fútbol Club de la talla 0. Jugarías con pistolas de plástico, te aficionarías a la fórmula 1 y tendrías un prometedor futuro como delantero de primera división o alto cargo de la policía científica.

Tu padre sería un importante hombre de negocios que se acercaría a arroparte cada noche, antes de sentarse a escuchar condescendiente las cuitas domésticas de su bonita y obediente esposa, ante una deliciosa quiche lorraine cocinada con amor en la Thermomix.

Pero la vida real no es un cliché y viene sin manual de instrucciones, así que improvisaremos tratando de hacerlo lo suficientemente bien como para que no se parezca al guión de un telefilm.

Por mi parte, me gustaría contarte que no leo revistas del corazón, el bricolaje se me da notablemente bien y odio fregar los platos. Me emocionan Puccini, Juan del Enzina y los Extremoduro. Soy desobediente por vocación y lo cuestiono todo por afición. He visto Annie Hall unas 23 veces y lloro con Miguel Hernández, con Kafka y con Capote. Adoro observar a la gente cuando ellos no saben que les estoy mirando, tumbarme en la hierba de un parque en otoño y a Musetta, que es una gatita perfecta y peluda que vive con nosotros y con la que, seguro, harás buenas migas. Y algún día espero tener una roulotte para llevarte, si tú quieres, a recorrer el mundo.

Tu padre es mi ser humano favorito. No sabe cambiar una bombilla y siente verdadero pavor por los insectos voladores, pero a cambio es un magnífico narrador de historias y la persona más inteligente y auténtica que conozco. Le chiflan los sándwiches mixtos, el café con hielo, los tebeos, las películas y la música electrónica con todos sus accesorios. Siempre que llega a casa se quita las zapatillas y los vaqueros y los deja caer al suelo y allí se quedan (a mí eso me enfada un poco, pero se me pasa enseguida). Sabe distinguir perfectamente las cosas importantes de la vida y exprimirlas y a veces se atraganta, de tan rápido que se las bebe. Y sabe querer y hacerse querer como nadie, ya lo verás. Te va a encantar.

¿Y tú? ¿Cómo serás tú, pequeña? ¿Cuáles serán tus sueños? ¿Y tus temores? Te imagino rubia y despeluchada, correteando sin preocupaciones. Con los ojos abiertos como platos ante un mundo a estrenar… Y nada más. No quiero imaginarte demasiado concreta, no vaya a ser que en mis evocaciones me proyecte a mí misma sin querer. Ya te espero impaciente.

Te quiero,

Mamá.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Sinsentidos

Querida Vera,

el mundo al que vienes es una locura sin sentido, pero aún así, por algún capricho irracional, merece la pena. Te gustará.

martes, 6 de septiembre de 2011

Las cosas que importan

Querida Vera,

hoy he ido a comprar baberos que, según me han contado, nos van a venir muy bien durante algún tiempo. Al entrar en la tienda, la dependienta me ha puesto una mano sobre la barriga: “te voy a decir lo que traes”, y con un convencimiento clarividente ha resuelto: “es una niña”.

- ¿Cómo lo sabes?
- Hazme caso, nunca fallo.

Luego he tardado cuarenta y cinco minutos en elegir seis baberos 100% algodón y me he dirigido a la caja: “no te llevas ni uno rosa”, me ha reprendido la dependienta-pitonisa. No es que tenga nada en contra del rosa; tú aún no lo sabes y pasará algún tiempo hasta que empieces a darte cuenta, pero todo el mundo intentará vestirte de rosa y otras costumbres bastante absurdas: como agujerearte las orejas o llenarte de lazos, tratando de asignarte una identidad, mucho antes de que tú empieces siquiera a sospechar quién eres.

No lo hacen con mala intención: a las personas mayores les ponen nerviosas las cosas que no tienen nombre, por eso con frecuencia necesitan ponerle etiquetas a todo: para sentirse más seguras. A veces se equivocan. A veces se equivocan mucho. Y casi siempre pierden demasiado tiempo clasificando, catalogando, encasillando.

Te voy a contar un secreto sin que se enteren los mayores: lo que se puede encasillar, catalogar y clasificar fácilmente no importa demasiado.

Las experiencias importantes son las más difíciles de explicar. Cuando te topes con una, te recomiendo no intentar ponerle nombre: lo mejor es sumergirte en ella sin miedo, sin tratar de definirla demasiado. Son esas “cosas” sin nombre que te traspasan las que, paradójicamente, te ayudarán a encontrarte un poco más, a identificarte y a reconocerte. Y no un lazo, un agujero en la oreja o un babero rosa.

Pero de todo esto, ahora puedes enseñarme a mí más que yo a ti, porque todavía no tienes prejuicios: eres transparente, nítida e indefinida: Vera, como las cosas que importan. Y vienes colmada de tu propia esencia: mía es, en gran medida, la responsabilidad de observarte con respeto, de desentrañarte, de asistirte en tu tarea de reconocerte, a base de sumergirme contigo en “las cosas que te importan”. Sin imponerte de antemano una censura de lazos y adornos.

Estaré muy atenta para intentar no perder el tiempo en ponerle nombre a las cosas que no importan y así dedicarlo contigo a las cosas importantes. Y, bueno, espero hacerlo lo suficientemente bien como para que algún día puedas lanzarte tú sola.

Pero por el momento no te preocupes, que nadie te va a agujerear las orejas, hasta el día en que tú misma irrumpas con un: “¡mamá, me he hecho un piercing!”. O no; ¿qué importa eso?

Te quiero,

Mamá.

domingo, 21 de agosto de 2011

¿Será eso ser madre?

Siempre he dicho que no iba a tener hijos. Ahora estoy embarazada de siete meses.



Quería escribir algo sobre por qué cambiamos radicalmente de opinión al respecto de decisiones “transcendentes” para nosotros, en fin… tratar de encontrar la puñetera y genial palanca que nos hace tan impredecibles, tan contradictorios… Tan humanos.



Pero, ¿para qué?

En lugar de eso os contaré que por las noches, cuando me voy a la cama, el momento de intimidad total que todos tenemos: a oscuras y en silencio, ese momento antes de caer en la inconsciencia del sueño en el que nadie ha entrado nunca… tan personal, tan único, tan legítimamente mío, tan esencialmente mío… ese momento de cobijo interior, de desnudez liberadora, de laxitud total… ya no me pertenece del todo: desde hace un tiempo está siendo invadido por pataditas, giros y respingos de una pequeña okupa que, como por arte de magia o ciencia ficción, acampa dentro de mi cuerpo. Ese momento ha dejado de ser sólo mío y se ha transformado en intimidad compartida.

De un plumazo, mis divagaciones y merodeos mentales han pasado de forma inusitadamente natural a otro plano de mi consciencia para dejar paso a una única y constante preocupación: ¡por favor, que esté bien mi pequeña!

¿Será eso ser madre?

sábado, 20 de agosto de 2011

jueves, 4 de agosto de 2011

Razones


No tengo la sensación de estar viviendo una crisis pasajera que acabará y todo volverá a ser como antes. Las cosas no pueden volver a ser como antes nunca más; la gente ya no quiere, simplemente.

Cada uno tiene sus razones, supongo. La mía se llama Vera y nacerá en octubre. Y nada volverá a ser como antes.