miércoles, 20 de mayo de 2015

Soy feminista y no me interesa una carrera profesional brillante. Quiero estar con mi hija.

Soy feminista y no me interesa una carrera profesional brillante. Quiero estar con mi hija.
Tengo estudios superiores y un currículo académico que no está mal. Estudié magisterio y soy licenciada en publicidad con premio extraordinario fin de carrera. Mis trece o catorce matrículas de honor me permitieron obtener una beca de investigación para hacer un doctorado en comunicación social y trabajar en la universidad pública durante cuatro años.
Toda mi vida ha estado vinculada al sistema educativo. Como profe (y también como alumna) he pasado prácticamente por todos los tramos de la educación ordinaria: desde infantil hasta la universidad. Siempre he sido curiosa y me ha gustado aprender. Y también enseñar lo que yo he aprendido.
No me interesa el dinero, ni el prestigio profesional. No persigo un empleo, ni una plaza, ni un cargo, ni un puesto. No me interesa que me citen en los artículos académicos, ni añadir méritos a mi curriculum. Mis motivaciones vitales son de otra índole.
No comparto el discurso social sobre la liberación de la mujer (ni de la humanidad entera) a través del trabajo. No comparto este enfoque productivista y desnaturalizado de la vida, en el que la auto realización personal y social debe pasar necesariamente por una carrera profesional estable, alienante y lo más esforzada posible. Por un tejido productivo vigoroso. Y no comparto que este sea el enfoque que se traslade y se practique en la escuela. Creo que nos lo hemos montado fatal.
Tengo una hija de tres años que cada día me da una lección de vida. Como todas las niñas, es un ser increíblemente motivado para aprender, para jugar, para actuar, para pensar, para crecer. Es una personita única y extraordinaria dispuesta a beberse el mundo con todo lo que contenga. Me gustaría acompañarla en su infancia, estar a su lado mientras va descubriendo quién es. Motivarla a ser una persona libre, crítica y honesta. Y, por supuesto, feliz.
Deseo asumir la responsabilidad de su educación, pero el estado me lo pone difícil. No me parece razonable ni pedagógico que una niña deba pasar obligatoriamente siete horas al día durante diez años o más en la escuela, para que sus progenitores puedan pasar ocho o diez en sus respectivos centros de trabajo, contribuyendo al sistema con el que no estoy de acuerdo.
No comparto esta omisión de la infancia y la maternidad, esta usurpación obligatoria del vínculo educativo entre un hijo y su madre. Y, mucho menos, en nombre del feminismo (nos la colaron pero bien, chicas). Este desarraigo temprano del entorno familiar al entorno normativo, que entiende la educación y la vida en términos económicos y competitivos. No quiero delegar la educación de mi hija a un sistema obsoleto que se perpetúa a sí mismo y cuyo planteamiento esencial no comparto. Por suerte parece que hay un despertar de las conciencias también en el ámbito de la educación y están surgiendo proyectos alternativos interesantes.
Soy feminista y madre y no me interesa una carrera profesional alienante que obligue a mi hija a entrenarse prematuramente para obtener en el futuro una carrera profesional alienante, gracias.
Ya veremos cómo me lo monto.