jueves, 2 de octubre de 2014

En el origen todo era juego

En el origen todo era juego.
Sorpresa y recreo en bucle.

Todo era acto, 
en el origen
y todo: era,
en potencia.

En el origen todo era caos.
Vorágine y babel,
sugerente universo
desplegable
en infinitas posibilidades.

Todo era potencia,
en el origen
y todo: era,
en acto.

En el origen todo era rebelión.
Todo era destruible y construible.
La vacuidad de plenitud sedienta.
La plenitud sin vanidad abandonada,
para volver,
al origen.

En el origen todo era regreso.

Todo era deseo en el origen.
Deseo de ser
y ser en el deseo.

Ven conmigo al origen,
aún tenemos tiempo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

La silla de pensar


Mi hija Vera tiene casi tres años. Hace tres semanas empezó a ir al cole. Su padre y yo decidimos matricularla en el centro público más cercano. La escuela pública tiene algunas ventajas prácticas, la gratuidad es sin duda un condicionante esencial para nosotros. El Estado debería garantizar el derecho de mi hija a la educación, pero no lo hace. Vale sí, la van a enseñar a leer, a sumar y a tocar la flauta. A lavarse las manos antes de comer, a colgar el abrigo en su percha y a levantar la mano para intervenir. Pero educar es mucho más que eso.

A su corta edad y en sólo tres semanas, ya sabe que debe ir con el babi puesto, zapatillas con velcro y mochila sin ruedas para no hacer ruido. Curiosamente, mi hija ya se ha quejado de que en el comedor hay mucho ruido y le da miedo. Por lo demás, entra y sale contenta.

También ha aprendido que en su clase hay una silla mala: la silla de pensar. Y que debe hacer lo posible para no acabar sentada en ella. Sabe perfectamente los nombres de las niñas y niños que han pasado por allí y de los reincidentes. Sé que es una práctica habitual, pero no por ello me deja de parecer inapropiado, estigmatizante y antipedagógico. A parte de muy mal escogido el nombre: pensar es otra cosa.

Mi hija Vera todavía no tiene tres años y ya sabe que la coacción y el castigo forman parte del normal proceder de las instituciones educativas. ¿De verdad esto es necesario? ¿De verdad es educar?

jueves, 27 de febrero de 2014

Con frecuencia echo la tarde recogiendo esas bolitas peludas que caen de los árboles

Con frecuencia echo la tarde recogiendo esas bolitas peludas que caen de los árboles del parque de la laguna, me lleno los bolsillos de arena, camino por los bordillos y retozo sobre la hierba. De vez en cuando cojo el primer autobús que tenga parada en cualquier lado y me siento bien cerquita de la ventana para verlo todo al pasar. Después hago el camino de vuelta persiguiendo a mi sombra en círculos, parándome a examinar todas las hojas caídas, todos los palitos, todas las hormigas, mariquitas, mariposas y caracoles. Acariciando a todos los perros. Persiguiendo a todos los gatos. Corriendo detrás de todas las palomas. Señalando un avión que pasa y que, según tú, va a Chile, como todos los aviones. Descubriendo con entusiasmo que ya salió la Luna. Buscando las estrellas con avidez...

Sólo por el mero placer de escuchar cómo lo narras todo con tu lengua de trapo.