domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuento de Navidad


Querida Vera,

se aproxima el momento que nos estábamos temiendo tu padre y yo: tus primeras navidades como miembro de una institución social: la escuela.

Hace unos días recibimos una circular en la que se nos daban instrucciones para enfocar el asunto en el ámbito escolar y facilitarnos a los padres la tarea del disfraz y resto de preparativos.

He de decir que, por suerte, las directoras de tu escuela son unas mujeres muy razonables y adaptadas a los tiempos que corren, por lo que los padres contamos con bastante libertad para abordar la cuestión desde la perspectiva que nos dé la gana, básicamente, así que no irás de Virgen María, ni de Ángel, ni de nada que desprenda un mínimo tufillo religioso.

La religión es un constructo social surgido del miedo del ser humano a la muerte, de nuestra obcecación por negar lo que somos: seres con una existencia limitada en el tiempo. Y también con una extraordinaria capacidad (¡por suerte!) de imaginar mundos mágicos. Pero una cosa es dejar volar la imaginación y otra muy distinta vivir instalados en una fantasía desconectándonos por completo de la racionalidad que también nos define.

Rizando el rizo del mito con el absurdo propósito de tratar de librarnos de la frustración viviendo en la frustración de posponer la vida para más adelante: el cielo: el nirvana: la tierra prometida: la vida eterna… Y de este modo, relegar eternamente nuestro compromiso con nosotros mismos, dejando que el temor de Dios, la providencia y los designios divinos lideren nuestros actos y delegando así nuestras responsabilidades como individuos y como especie. Justificando en nombre de un barbudo ser todopoderoso cosas tan horribles y tan profundamente instaladas en nuestra cultura como el pecado o la penitencia. Por no hablar de la guerra santa o las cruzadas…

Como mecanismo de evasión y de control la religión funciona francamente bien y, precisamente por eso, proporciona al ser humano una falsa imagen de sí mismo sobre la que construye sus valores morales, sus estructuras sociales, sus pautas de comportamiento, su historia y su evolución. ¡Qué error!

La vida es un destello fugaz, mi niña, un capricho de la naturaleza, un producto del azar sin más sentido que ser vivida. Así que ¡vive, Vera, vive intensamente! No dejes de vivir cada instante de tu preciosa existencia desde tu primer hasta tu último día.

Te quiero,

Mamá.

PD: ¡Te va a quedar DIVINO el disfraz de cabaretera!

2 comentarios:

  1. ¡Hola! Espero que no moleste aquí mi comentario. Primero quería decirte, aparte de que tu hija tiene un nombre precioso, que la idea de este Blog me parece increíble. Tengo 17 años, y ojalá mi madre tuviese la maravillosa idea de escribirme cuando era pequeña. Sobretodo si me escribiera cosas tan reales y conmovedoras como la de este texto. Desde aquí, te animo a seguir escribiendo, porque dentro de unos años, te aseguro, que este será el mejor regalo de su vida.Mucha suerte, y que mi pequeña tocaya siga creciendo al lado de una escritora con tanto arte y tanto corazón.

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  2. Hola, Vera, qué bonito nombre tienes. Por supuesto que no me molestan los comentarios, al contrario, me encantan. ¡Muchísimas gracias por las cosas tan bonitas que me dices! Espero que a Vera le sirvan algún día estas reflexiones. Un abrazo fuerte.

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