lunes, 12 de enero de 2015

Nannerl Mozart

A mi hija Vera ya le han hablado de Mozart en el colegio. De Wolfgang Amadeus, por supuesto. Era un genio innegable.

Ni una palabra de su hermana mayor María Anna, una niña prodigio de la música, por quien Wolfgang profesaba una profunda admiración que le llevó a estudiar música con su padre.

Wolfgang A. Mozart quería ser como ella.

Fue una intérprete brillante de clave y piano. Parece que también tenía talento para componer pero, desgraciadamente, no nos ha llegado nada de su música.

A partir de los dieciocho años, por su condición de mujer, no se le permitió mostrar más su talento artístico, pues había llegado el momento de contraer matrimonio.

Se casó cumpliendo los deseos de su padre, se dedicó al cuidado de los cinco hijos previos de su marido y otorgó por deseo paterno la crianza y educación de su hijo mayor a su progenitor.

Para mí como mujer y como madre de una niña todo esto es muy frustrante. No estaría de más que se empezara a contar la historia completa, que desgraciadamente excluye sistemáticamente la historia de las mujeres.

No tengo esperanzas de que le cuenten nada de esto a mi hija en el colegio. Así que ya se lo he contado yo.

Estoy hasta el coño de perpetuar el sistema.

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